La resonancia Schumann y la vibración por simpatía

La Resonancia Schumann es algo así como un pulso electromagnético. Ese pulso lo causan las ondas que viajan por el espacio comprendido entre la superficie terrestre y la ionosfera (a 100km de altitud), que actúa de caja de resonancia.

La frecuencia más o menos constante de dicha resonancia son unos 7’8 hertzios, y constituye una especie de latido o “tempo”, como un metrónomo planetario. Es responsable del equilibrio biológico, y las ondas de nuestro cerebro pulsan a esos 7’8hz. Experimentos realizados con astronautas en el espacio demostraron que fuera de la resonancia Schumann sufrían desequilibrios y enfermedades.

Desde 1980 dicha pulsación ha ido aumentando progresivamente de esos 7’8hz a los 11hz, y de los 11 a los 13hz. Entonces, ¿qué ocurre con nosotros? ¿seguimos pulsando a 7’8hz?

Existe un fenómeno llamado “vibración por simpatía” que nos puede ayudar a entender este fenómeno y, de paso, comprender como poder vibrar a esa nueva frecuencia.

Ese aumento del pulso electromagnético de la tierra obedece a cambios estructurales y evolutivos del propio planeta y, por extensión, de sus habitantes. Algunos síntomas físicos son la sensación de que el tiempo corre más rápido (en principio, las 24h del día se viven como 16), dolores de cabeza o espalda, etc…

De algún modo, debemos empezar a funcionar bajo esa pulsión. El propio planeta ya nos empuja, pero internamente es interesante tomar la proyección correcta para empujar ese cambio.

La vibración por simpatía o por resonancia es un fenómeno físico curioso que se da, entre otros, en la música. Es una vibración que se induce en un cuerpo por cercanía del que emite las vibraciones.

Si abrimos la tapa de un piano y tocamos con fuerza un La, por ejemplo, al soltarlo veremos que todos los La que hay en el piano suenan en ese momento, aunque más flojo. Ese primer La ha inducido a los restantes a que vibraran.

Eso se debe a que la vibración de una nota es equivalente en sus octavas superiores e inferiores. Para que se entienda: tenemos el La 440hz, su octava superior es el La 880, la siguiente el La 1760 y así sucesivamente hasta superar la barrera de los 20.000hz, en que los sonidos dejan de ser audibles. Se multiplica por 2 la vibración.

Las octavas inferiores también pero dividiendo por 2: 220, 110, 55, hasta que bajamos de cero, con lo cual dejamos de oír el sonido. Hacia arriba oiremos sonidos cada vez más agudos y hacia abajo cada vez más graves.

La octava superior contiene en ella misma la cantidad de vibración de la inferior más una unidad entera más. Y las inferiores la mitad de la que viene después. Así, un La está representado en todos los demás Las de uno modo holográfico.

Por lo tanto, podemos decir que la resonancia Schumann está haciendo vibrar algunas notas en nosotros por el efecto de simpatía. Debemos detectar cuales y, a través de ellas, subir el tono vibracional para adecuarnos al que pulsa el planeta. Es decir, el planeta nos está induciendo a vibrar más alto.

Esos tonos no se definen como notas, pero en el fondo estamos hablando de lo mismo: vibraciones. La vibración interna de cada uno es como su nota particular, su acorde. La vibración de la tierra hace resonar los tonos vibracionales que tenemos cada uno, más los de la naturaleza.

Esa particularidad hace que cada persona tenga sensaciones o incluso vivencias diferentes al respecto. Por ello es importante detectar en que parte de uno mismo el planeta está haciéndonos vibrar más alto, o llamándonos a hacerlo.

Puede sonar demasiado abstracto, así que pondré un ejemplo más claro con la risa: La risa se contagia por ese mismo fenómeno. Y no porque nos la contagie alguien más o menos simpático, sino porque la vibración de la risa está fuertemente enraizada en el Alma del ser humano. Por ello se dice que el sabio siempre ríe.

Una risa auténtica, un ataque de risa o la risa de un niño contagian al más duro de los seres. Al principio quizá no, nos mantenemos en nuestra vibración baja debido a nuestros problemas y dificultades, pero poco a poco va hablandándonos hasta que nos vence.

Así que la resonancia Schumann puede ser vista como la risa del planeta, como una canción que nos invita a hacer coro, a cantar cada uno en su tesitura. Sólo hay que escuchar en qué parte de nosotros suena la melodía.

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